Una de las cosas más placenteras de la vida es sin duda, comer, pero recuerda, no todo lo que te puedes llevar a la boca es comestible, nutritivo o saludable... y en el pedir esta el dar.
¿Cuántas veces no te han dicho ¡Andale chiquita, vente, vamos a comernos un “pollito!?, y ahí vas a romper la dieta; se dan tan tremendo atascón que se comen el pollo con todo y la rabadilla.
Es que, qué bueno sabe el pollito cuando está bien marinado en los jugos del deseo, sazonado con las especias de la cachondería, horneado a una temperatura corporal alta, servido en su punto y con una guarnición de puuuura veeeer…dura fresca.
Echarte un “pollito” sin culpa, se asemeja mucho a cuando llegan las épocas navideñas y tragas hasta decir basta. Ahí, en esas fechas, queda cancelado todo intento de dieta y por lo mismo no hay culpa que perseguir.
Pero, ¿es sano comer tanto “pollito”? Según estudios…
¡Al carajo los estudios! A ver, díganme, ¿alguna vez les ha pasado algo por ponerle duro y tendido a la comedera? (ya a estas alturas nos queda claro que no hablamos precisamente de comida ¿no?), o ¿conocen a alguien que sea infeliz por pasársela trepados en el guayabo?, ¿no verdad?
Entonces, ¿cuál es el maldito problema? tráguenselo todo, todo el tiempo; de desayuno, comida o cena; incluso como cola… sí, como colación entre comidas échense el rapidín. Qué alimentación balanceada ni que ocho cuartos, lo mejor es darse gusto, dónde, cómo, cuándo y por dónde se les antoje. Eso sí, siempre con el consentimiento de ambas partes, ya que, si uno de los dos no quiere, pues le sabe a uno insípido el caldo y ni dan ganas de aventarse por un postrecito.
Aliméntense, coman, beban y disfruten de los jugos y las carnes del deseo, ya que no existe una mejor alimentación que esa, pues podrá uno andar con los calzones rotos, sin dinero, con un mundo de problemas encima, pero si andamos bien “comiditos”, todo eso nos importara un pepino, y andaremos con nuestra reluciente y satisfactoria sonrisa por delante.
Aunque no lo crean, uno como hombre se da cuenta cuando a una mujer le hace falta aventarse un buen plato fuerte o también si anda queriendo que le avienten un canapé (por aquello de que le quede un huequito para que se sienta llena y satisfecha). Con sólo ver cómo usa el cabello una mujer nos podemos dar cuenta si le dieron bien de “comer” o si le hace falta un poco del guisado.
Por ejemplo: a la que anda bien peinada, con todo relamido (el cabello)... a ella no le dieron pa’ sus tunas y ocupó ese tiempo desperdiciado en peinarse a conciencia; a la que sólo trae una cola de caballo sí le dieron, pero a medias, y la cola de caballo es una invitación que dice “mira papi, de aquí te puedes agarrar y a devorarnos”; a la que trae el cabello suelto sí le dieron hasta pa llevar, y aprovechó hasta el último minuto en darse con todo, para llenar todos los huequitos posibles y lo de menos es cómo anda peinada o despeinada... al fin, ella ya anda bien servida y feliz.
Por ejemplo: a la que anda bien peinada, con todo relamido (el cabello)... a ella no le dieron pa’ sus tunas y ocupó ese tiempo desperdiciado en peinarse a conciencia; a la que sólo trae una cola de caballo sí le dieron, pero a medias, y la cola de caballo es una invitación que dice “mira papi, de aquí te puedes agarrar y a devorarnos”; a la que trae el cabello suelto sí le dieron hasta pa llevar, y aprovechó hasta el último minuto en darse con todo, para llenar todos los huequitos posibles y lo de menos es cómo anda peinada o despeinada... al fin, ella ya anda bien servida y feliz.
Así que si van a invitar a alguien a “cenar”, díganle “Chiquito, traete tupper, que te voy a dar hasta para llevar”.
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