Desde tiempos inmemorables el hombre se ha dicho mandón, superior, chingón y el mejor en todo lo que se le pueda comparar con una dama, si embargo, el poder de mando cambia dentro de la casa, ¿o no?
En 1975 la ONU decretó el 8 de marzo como el día internacional de la mujer, pero se sabe por estudios paleontológicos y vestigios arqueológicos que desde la época de las cavernas la que ha mandado desde siempre dentro de la cueva es la hembra, la fémina, la dama, la esposa, la novia, la mera mera petatera.
Siempre hemos visto a los galanes del cine mexicano como el estereotipo de macho bragado, de esos bien “hombres” que pueden y tienen a todas las mujeres que quieran a sus pies. Desde Jorge Negrete, hasta Mauricio Garcés, pasando por Agustín Lara (que más que guapo, tenía harto sentimiento a la hora de endulzarle el oído a las morras de su época), el súper galán Wolf Ruvinskis y el preferido de muchas: Pedro Infante. Todos ellos, con su apariencia de “todas mías”, siempre tuvieron un talón de aquiles, un punto débil en el que flaqueaban y caían redonditos: una mujer.
Y así como había hombres “acá” bien emponderados y chingones en eso de tirar rostro a diestra y siniestra, pues siempre había una mujer que les decía “quítate que ahí te voy”, y una de las mujeres que hizo ver su suerte a más de tres de los “super hombres” ya mencionados fue: La Doña, María Félix.
María Félix, una diosa dentro de la pantalla grande, con un temple de acero y una actitud de verdadera diva; no como las de ahora, que nomas por traer una bolsa cara ya se creen que el suelo que pisan no las merece, esas mismas que creen que por traer un teléfono inteligente (smartphone) ya pueden andar ahí creyéndose que sus pedos no huelen. No señoras y señoritas, se necesita ser una mujer en toda la extensión de la palabra, no solo por haber nacido bajo el genero femenino ya pueden andar ahí poniéndose el mote de divas y sentirse superiores.
Ustedes mujeres tienen el súper poder de embrutecer a los hombres y ese encanto tan suyo las vuelve irremplazables y únicas. Sólo deben de saber medir a quién y cómo le echan el toloache pa´ no andar desgastando la magia y al rato sean peores magas que Beto el Boticario. Como le dijera el tío Ben a Peter Parker en su lecho de muerte: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
Sólo véanse en el espejo de la vida y la experiencia: ese Agustín Lara no era flaco, así quedo después de que La Doña se lo chupara todito; pero a cambio de tanta chupada, pues el mismo flaco de oro reconoció que ella fue una de sus hermosas musas, su más feroz fuente de inspiración. Ahí si que La Félix supo administra bien el toloache y amarrarlo hasta que quiso.
Pedro Infante y Mauricio Garcés se salvaron de los encantos de La Doña (o al menos no hay evidencia de algún encuentro), pero hasta ellos doblaron sus manitas alguna vez ante el encanto de una dama, de una hermosa mujer. Más de una vez doblegaron al mismísimo Pepe el Toro y no le quedó de otra más que decir:
”Ni hablar mujer, traes puñal”.
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