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El nacimiento de los "JOTOS"

Vámos organizar un evento que jale un chingo de gente, pero debe ser un evento chingón, que todos quieran ver, algo que llame mucho la atención, hagamos un concurso de belleza, pero… de hombres vestidos de mujer… Así nació la idea en la cabeza de “el Margaro”, (uno de mis mejores amigos en la prepa) cuando planeábamos cómo juntar fondos para nuestra fiesta de graduación. Después de las palabras de Margarito, nos volteamos a ver todos a los ojos, luego miramos a Margaro y tratamos de entender si lo decía en serio o si sólo estaba diciendo la primer estupidez que se venía a la mente, todos nos reímos y dijimos: “¡Chingue a su madre, vámonos  a hacer un concurso de belleza, de hombres vestidos de mujer!”. Abrimos la convocatoria y por supuesto nadie quiso jalar, todos nos mandaron al carajo, en ese momento ya estábamos convencidos de que era una muy buena idea, el director de la escuela (a regaña dientes) aceptó la propuesta de prestarnos el espacio del auditorio para q

Metamorfosis: de inseguridad a empoderamiento

"Ser un hombre que creció en una familia cuyo núcleo y eje primordial fue la mano femenina, es lo mejor que pudo haberle pasado a mi educación y formación como persona" Crecí criado y rodeado de la presencia femenina en mi hogar, con mi abuela, mi madre, mis hermanas, mis primas y mis tias. Cualquiera (hombre, o persona con costumbres y mente cerrada) podría pensar que el haber crecido en eso “ambiente” -por decirle de una forma- sembraría en mi costumbres y acciones un poco “raritas”, extrañas, amaneradas, delicadas, “jotas”, mariconadas, si pues, así como dicen, “cosas de mujeres”. Y sí, así fue. Aprendí que el hecho de ser hombre, no me excluye de las labores cotidianas de un hogar, como; lavar los platos, lavar mi ropa, tender mi cama, barrer y arreglar mi habitación, cocinar (lo cual amo y disfruto muchísimo) y demás labores hogareñas en las que se me pidiera colaborar. Aprendi a respetar y valorar a cada persona que se cruzara por mi vida, fuese parecido o

Él pisó 34

Franberto (la maldición comenzó ahí, justo cuando sus padres decidieron nombrarlo así), fue procreado un 14 de febrero de 1984, su padre Roberto y su madre Francisca, quienes al no poder decidir como bautizar al fruto de ese acalorado encerrón san valentinesco, ¿Por qué no? amalgamaron sus nombres y decidieron que era buena opción llamar así a su retoño "Franberto". 2018 y Franberto cumplió 34 años de edad. Y sí, sigue viviendo en casa de sus padres, Don Robert y Doña Paquita ya no saben que hacer para sacar de su casa de INFONAVIT, a su ya no tan pequeño engendro, el cual sigue soltero (pues con ese nombre ¿quién no?), trabaja en una dependencia de gobierno como asesor del Secretario del ayudante del Director del STCM (del Metro pues). No gana tan mal, unos 17,000 pesos al mes, libres de impuestos, mas bonos de puntualidad, desempeño y sus vales de despensa. Pero de igual forma no gasta en nada, pues fuera de la oficina, de sus compañeros de trabajo y sus padres, no tie

Son las 12 y te deseo…

Ya nos vi a todos el 31 de diciembre gritando en cuenta regresiva los últimos segundos del año, para finalizar con el inigualable, monótono e hipócrita ¡Feliz año nuevo! ¿Neta? ¿Así lo haremos por los siglos de los siglos? ¿No se dan hueva ustedes mismos? Ya estuvo ¿no? Dejemos las hipocresías y digamos lo que realmente sentimos a la hora de dar cada año ese abrazo de judas a nuestros amigos y familiares. Yo ya lo hice, el fin de año de 1999, con todo ese tema de que el mundo se iba a acabar y shalala… Me quité esa pinshi máscara de buena gente y le dije a todos lo que realmente les deseaba para el año venidero (si es que sobrevivimos al Apocalípsis). Por ejemplo: A mi tía Lupe le dije que me cagaba abrazarla, no sólo en año nuevo o navidad; más bien, que nunca había soportado tenerla cerca gracias a su pestilente aroma natural mezclado con esa fragancia que, en lugar de disfrazar su mal olor, lo potencializa y lo vuelve más evidente e insoportable. También le dije que, al par

¡Vamos a comernos eso!

Una de las cosas más placenteras de la vida es sin duda, comer, pero recuerda, no todo lo que te puedes llevar a la boca es comestible, nutritivo o saludable... y en el pedir esta el dar. ¿Cuántas veces no te han dicho   ¡Andale chiquita, vente, vamos a comernos un “pollito !?, y ahí vas a romper la dieta; se dan tan tremendo atascón que se comen el pollo con todo y la rabadilla. Es que, qué bueno sabe el pollito cuando está bien marinado en los jugos del deseo, sazonado con las especias de la cachondería, horneado a una temperatura corporal alta, servido en su punto y con una guarnición de puuuura veeeer…dura fresca.  Echarte un “pollito” sin culpa, se asemeja mucho a cuando llegan las épocas navideñas y tragas hasta decir basta. Ahí, en esas fechas, queda cancelado todo intento de dieta y por lo mismo no hay culpa que perseguir. Pero, ¿es sano comer tanto “pollito”? Según estudios… ¡Al carajo los estudios! A ver, díganme, ¿alguna vez les ha pasado algo por ponerle duro y