Ver…ano es peligroso
Ese maldito calentamiento global y el cambio climático le han venido a dar en la torre a mis calenturientas expectativas del verano.
Ya no es divertido andar asomado por la ventana para ver la pasarela de bellezas desfilar ante mis ojos.
Las hormonas revueltas y alborotadas que dejó en mi la primavera, ya no tienen forma natural de saciar esa lujuriosa hambre de mujeres acaloradas en pocos trapos; ahora debo recurrir a métodos antinaturales (no me refiero al porno en internet, ni a espiar a mis vecinas), ahora, me veo en la penosa y peligrosa necesidad de incursionar en el safari visual en lo más acalorado que me ofrece mi hermosa CDMX: el transporte público.
Esta actividad recreativa es muy divertida, pero se ha vuelto casi un deporte extremo, ya que de un tiempo para acá, el lanzar una mirada a una mujer ha sido catalogado como acto lascivo e inmoral. Y no se diga lanzar un piropo, hacerlo puede lograr que alguna de esas mujeres te toque el pito, sí, el ya famoso #PitoDeMancera, e ir derechito al MP.
No es que defienda a los acosadores que se la viven persiguiendo a las mujeres en la via pública, que tiran esas miradas sucias y perversas y que dejan salir de su buchaca todo tipo de majaderías, que en lugar de enaltecer la belleza y subir el autoestima de una mujer, la hacen sentirse humillada e insultada. El tirar una mirada, acompañada de un piropo, es ahora un arte refinado y de clase. Ya no se debe hacer así nomas gritando “fuiiiiii fuiiiiiiii ¿Qué comen los pajaritos?.. Massssiiitaaaaaaa”… esos añejos piropos ya no están de moda, se han vuelto (si es que un día no lo fueron) vulgares y de mal gusto. Pregúntenle a cualquier mujer si les gusta que les griten: “cheketeeetaaaa, vamos a comernos eso…” el 99.5% responderá que no.
Ahora uno debe ser más cuidadoso en como tira las miradas y mucho más las palabras cuando una guapa mujer aparece en nuestro radar, por ejemplo: Estoy en el metro Hidalgo en hora pico; el aire acondicionado del vagón mixto, más que enfriar, calienta el ambiente.
Entre apretujones y la melcocha de olores, sube una chica linda, a quien vi correr para alcanzar el gusano naranja antes de que las puertas se cierren, poniendo el pie en la entrada ayudo a que alcance a subir al vagón, la miro a los ojos y le sonrío, a lo que ella me devuelve el gesto, me hago dos pasos para atrás, para que tenga espacio suficiente y no se sienta hostigada, por costumbre y seguridad no me da la espalda, con lo que quedamos cara a cara, volteo a hacerme güey leyendo los anuncios dentro del tren, y una estación antes de llegar a mi destino le pregunto: “disculpa, ¿bajas en la que sigue?”, ella me responde que no y me deja pasar delante de ella, justo antes de bajar le doy las gracias, le digo algo bonito sobre su perfume, le deseo que tenga un buen día, me doy la vuelta y justo antes de bajar, me responde dándome un buen apretón de nalgas o una nalgada… Eso señores, es: hacerle sentir confiada y segura a una dama, ¡superen eso novatos!.
Ya no es divertido andar asomado por la ventana para ver la pasarela de bellezas desfilar ante mis ojos.
Las hormonas revueltas y alborotadas que dejó en mi la primavera, ya no tienen forma natural de saciar esa lujuriosa hambre de mujeres acaloradas en pocos trapos; ahora debo recurrir a métodos antinaturales (no me refiero al porno en internet, ni a espiar a mis vecinas), ahora, me veo en la penosa y peligrosa necesidad de incursionar en el safari visual en lo más acalorado que me ofrece mi hermosa CDMX: el transporte público.
Esta actividad recreativa es muy divertida, pero se ha vuelto casi un deporte extremo, ya que de un tiempo para acá, el lanzar una mirada a una mujer ha sido catalogado como acto lascivo e inmoral. Y no se diga lanzar un piropo, hacerlo puede lograr que alguna de esas mujeres te toque el pito, sí, el ya famoso #PitoDeMancera, e ir derechito al MP.
No es que defienda a los acosadores que se la viven persiguiendo a las mujeres en la via pública, que tiran esas miradas sucias y perversas y que dejan salir de su buchaca todo tipo de majaderías, que en lugar de enaltecer la belleza y subir el autoestima de una mujer, la hacen sentirse humillada e insultada. El tirar una mirada, acompañada de un piropo, es ahora un arte refinado y de clase. Ya no se debe hacer así nomas gritando “fuiiiiii fuiiiiiiii ¿Qué comen los pajaritos?.. Massssiiitaaaaaaa”… esos añejos piropos ya no están de moda, se han vuelto (si es que un día no lo fueron) vulgares y de mal gusto. Pregúntenle a cualquier mujer si les gusta que les griten: “cheketeeetaaaa, vamos a comernos eso…” el 99.5% responderá que no.
Ahora uno debe ser más cuidadoso en como tira las miradas y mucho más las palabras cuando una guapa mujer aparece en nuestro radar, por ejemplo: Estoy en el metro Hidalgo en hora pico; el aire acondicionado del vagón mixto, más que enfriar, calienta el ambiente.
Entre apretujones y la melcocha de olores, sube una chica linda, a quien vi correr para alcanzar el gusano naranja antes de que las puertas se cierren, poniendo el pie en la entrada ayudo a que alcance a subir al vagón, la miro a los ojos y le sonrío, a lo que ella me devuelve el gesto, me hago dos pasos para atrás, para que tenga espacio suficiente y no se sienta hostigada, por costumbre y seguridad no me da la espalda, con lo que quedamos cara a cara, volteo a hacerme güey leyendo los anuncios dentro del tren, y una estación antes de llegar a mi destino le pregunto: “disculpa, ¿bajas en la que sigue?”, ella me responde que no y me deja pasar delante de ella, justo antes de bajar le doy las gracias, le digo algo bonito sobre su perfume, le deseo que tenga un buen día, me doy la vuelta y justo antes de bajar, me responde dándome un buen apretón de nalgas o una nalgada… Eso señores, es: hacerle sentir confiada y segura a una dama, ¡superen eso novatos!.
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