El sueño de todo macho alfa, lomo plateado, espalda ancha, pelo en pecho, barba de leñador, greña de Tarzán y voz de Espartano, a cualquier edad es tener un carrazo bien armado, potente y llamativo; pero por una u otra razón siempre se nos niega esa méndiga posibilidad.
Al inicio no te lo dan por chiquito… ¡ojo!, dije por chiquito, no por el… O sea, me refiero a los años... mejor digamos que no te lo compran por que no tienes la edad suficiente para tenerlo. Y ya cuando eres mas grandecito y te ganas el dinerito suficiente para poder comprártelo, pues se vienen otras prioridades, o dicho de otra forma: te vienes y las prioridades cambian… Sí, dejas “embarandales” a tu morra y esa idea de gastar tus ahorros en esa “nave” deportiva, tipo formula uno y veloz para “pimpearla”, se convierten en pañales, leche de formula “especial”; y lo más que podrás “tunear” será la carreola de tu retoño.
Pero bueno, si son de las personas que se cuidan y que no andan por ahí corriendo descalzos y sin ningún tipo de protección, entonces puede que el panorama sea distinto: pueden comprarse ese carrito (tal vez no del año) y meterle mano a la máquina, para después poder echar mano a las “chicuelas” que levantarás por donde quiera que andes, bien empotrado y montado en esa chulada de auto.
Es muy bien sabido que una buena máquina, limpia, y bien arregladita, levanta en promedio 3.7 mujeres por km recorrido, y no lo digo yo, lo dice la ciencia. Pero, ¿qué tal cuando la situación es al revés?: cuando tú, como hombre, vas por la calle y en el semáforo se detiene un deportivo rojo carmesí, descapotado (o sea un convertible), con rines cromados, llantas anchas, achaparrado, recién lavadito; y detrás del volante se encuentra una “güereja” de unos 38 años, con lente obscuro, envuelta como regalo fino en un vestido cortito, pero muy entallado (también de color rojo, obvio para que combine con el super auto). Volteas descaradamente a ver; no importa si lo primero que volteas a ver es la tremenda carrocería, o si volteas a ver primero al automóvil. En este caso, el orden de los factores no afecta el producto. Y... ¡qué producto!, de primera calidad.
En eso, ella baja sus gafas de sol para tirarte una mirada seductora por arriba de los anteojos, saca un poco su lengua para humedecer y después morder ese prominente y jugoso labio inferior, levanta un poco la pierna para empezar a pisar el acelerador, haciendo revolucionar su máquina y provocar que la tuya ya esté a más de 350 km/h.
Por primera vez en toda tu vida, deseas que la luz roja del semáforo dure para siempre y el color rojo se convierte en tu nuevo color favorito.
De repente, la mujer de cabellera dorada, entre abre esos carnosos labios y, sin dejar de hacer contacto fijo y directo con tu mirada, deja escapar 3 palabras que hacen que se te chorreen los frenos de inmediato: “no traigo cambio”. Luego, ella acelera a toda velocidad y se va; y con ella se van también tu dignidad, tu hombría y esas ganas de echar los mecánicos al taller.
No se pierdan cada 15 días esta colaboración y mucho más en su periódico El Gráfico, dentro del suplemento Mujer g.
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